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Los efectos duraderos de la resaca

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Igor Martíno

Los efectos duraderos de la resaca

Tres días después de bordar el baloncesto, un Baskonia a medio gas y sin Thompson necesita la prórroga para abatir al Betis

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Domingo, 6 de noviembre 2022

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Vive en la condición humana el pecado de la relajación excesiva y el Baskonia no deja de ser un grupo compuesto por personas vestidas en camiseta de tirantes. Así que los mismos tipos -detalle importante, ayer sin su silencioso líder Thompson- que bordaron el baloncesto tres días antes y nada menos que con el Maccabi enfrente tuvieron que recurrir al agobio de la prórroga para solventar lo que nacía como un presunto trámite. Porque el cuadro vitoriano incurrió en el vicio de tomarse el partido a la hora de la siesta con cierto tono condescendiente que revuelve las entrañas a su entrenador.

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Sólo esa humana somnolencia de dejarse ir puede explicar el radical cambio entre la trituradora azulgrana del jueves y el desconocido lote de hombres que requirieron de la propina reglamentaria para abatir a un rival con sólo un triunfo en su casillero con sólo un triunfo en su casillero y lastrado por las bajas de Shannon Evans, su gran estrella, y Eulis Báez. Aunque bien se merece el reconicimiento expreso el propio Betis, que no dejó de creer en un éxito teóricamente esquivo pese a los vaivenes de un marcador alocado, sujeto a tirones a uno y otro lado. Y es que el Baskonia se pasó la tarde pensando, intuyo, que acabaría de imponer sus talentos por esa teoría de la dilatación que maneja. La que le permite ampliar los duelos hasta que quepan sus reacciones, especialmente con el insaciable goleador Howard en sus filas.

Parecía un compromiso apropiado para dosificar esfuerzos y sellar otra victoria a través del mínimo desgaste posible. Así debió de entenderlo la grada al ver el quinteto inicial vitoriano con Henry ya metido en la harina de este costal, Howard, Raieste, Díez y Kotsar. Un ramillete de elegidos para marcar distancias que Peñarroya no alteró casi hasta el término del primer cuarto. Un período ya un tanto mosqueante por la escasa tensión defensiva de un equipo que tres días antes mordía a dentelladas y encendía fuego con los ojos.

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Hasta el descanso, en general, el Baskonia se sostenía por el rebote ofensivo, la facilidad de Henry a la hora de repartir la correspondencia y los variados recursos de Kotsar -un valor sólido y en cuarto creciente según avanza el curso-para rematar cerca del tablero y entenderse con cualquier base que le procure el alimento. También necesitó la irrupción fugaz, pero relevante, de Hommes y esa faceta poliédrica de Giedraitis para aportar desde diversas perspectivas tras la marcha de Fontecchio.

Vale que eran elementos en la columna del haber, pero la del debe ocupaba bastante más espacio en el folio. Un grupo al que costaba reconocer en ambas partes de la cancha. Ataques poco limpios, como vistos a través de las incómodas legañas, y disposición defensiva muy mejorable. Pérdidas, tiros libres fallados quizá por una bajada de concentración en la sangre, la persistencia en el error de liberar al griego Tsalmpouris -desatado desde la larga distancia- y los choques contra el muro que levantaba Sylla bajo el aro sevillano.

Dentro de lo malo, una reconducción del partido hacia el redil local en el tercer cuarto con los cuatro triples de Howard, este loco o cuerdo bajito, tipo peculiar que incendia en la hoguera a sus rivales y a quien el técnico usó al final como los intermitentes de los coches. Te saco para atacar y pongo otro elemento mejor en la defensa, debió de pensar Peñarroya.

De cualquier modo, el duelo avanzaba por el alambre fino sobre el abismo. Tras un tercer acto resuelto por ambos contendientes a golpe de triple, el encuentro tomó la senda incierta del no retorno. Canastas visitantes de Jonhson y Hill, réplicas locales variadas y la sensación de que lo el asunto lo solventaba el comodín de la baraja en esta tierra de naipes. Howard, claro, autor decinco puntos consecutivos para alargar la tarde hasta la prórroga. Una espuela que por fin dejó en casa la victoria que el propio Baskonia -con la colaboración de un Betis estimable- anduvo cerca de frustrar por los efectos perniciosos de la resaca.

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