Los cónsules de Italia y Uruguay

Con ustedes el cónsul de Uruguay y el embajador italiano. Que Granger y Fontecchio presentaban unas cartas credenciales como para aceptarlas de inmediato era un asunto sabido de antemano. Sólo que ambos se empeñan, y en la principesca visita de hace unas horas como nunca, en insistir sobre la valía de sus valijas diplomáticas. Ambos lideraron, de calle, al equipo vitoriano. El base como timonel de la trainera azulgrana y el alero en su condición de 'tres' mayor del reino. Ellos, junto a unos 'cincos' rehabilitados para la causa, contribuyeron poderosamente al triunfo más holgado del Baskonia en Europa hasta la fecha.

Sólo la manía de enredarse durante el último cuarto frente al poderío físico de los interiores visitantes añadió un poco de salsa picante a un duelo muy decantado al término del tercer acto. El concluyente 60-42 del minuto 29 cedió el testigo a un parcial 6-18 que a falta de cuatro para la bocina definitiva colocó el marcador en un 66-60 algo inquietante por los síntomas leves de un sarpullido. Nada que no resolviera el omnipotente Fontecchio con la cooperación necesaria de un entonado Knoko.

Cabe concluir que el Baskonia de los sinsabores iniciales (derrotas inapelables en El Pireo y contra el Armani) progresa adecuadamente en el frente continental. El encuentro con el Mónaco de escasa historia en la elite y notable plantilla que representa al miniestado con barra libre de (no) impuestos sirvió para revalidar certezas ya contrastadas y apuntar algunas novedades interesantes.

Ahí va la enumeración de motivos para la esperanza entre las bondades conocidas y las validaciones por confirmar. Suena a broma cuestionar el liderazgo absoluto de Granger a los mandos del grupo alavés, igual que huelgan los debates sobre la productividad a más de ese 'todo en uno' llegado con él de Berlín y de nombre Simone.

También que, efectivamente, Baldwin -quien sacó la rabia por la garganta y mudó su habitual lenguaje facial derrotista- rinde mejor de escolta al liberarle del martirio de descifrar jeroglíficos en el ataque posicional. O que Kurucs, siguiendo el ejemplo mayor del también canterano báltico Sedekerskis, se postula como un militar deportivo más para la tropa de Ivanovic. El letón no necesitó rebozarse de puntos para mostrar un peso específico en el triunfo. Se dedicó a morder la subida adversaria de la pelota con el denuedo que tanto valora Dusko.

Hasta ahora, el muy cuestionable baloncesto azulgrana de media cancha hacia adelanta se cimentaba en el veneno exterior del guía uruguayo y la pareja estelar de aleros. Ayer, el equipo incluso solventó la errática noche del incuestionable Giedraitis en el tiro, autor de su primera canasta en el minuto 26. ¿Motivo? Que el bloque vitoriano mostró un equilibrio necesario entre el perímetro y la renovada batería interior que tanto le conviene para no vivir del monocultivo y facilitar la vida a los rivales.

Tanto Granger como Fontecchio buscaron de salida a Knoko, un pívot serio y de actitud intachable a quien le costaba demasiado trabajarse cada canasta. Pero ayer descargó de responsabilidad a unos exteriores muy exigidos habitualmente con producción ofensiva a la que también se sumó Enoch, 'cinco' con mayor talento pero víctima, también, de las desconexiones atrás. Como las que padeció durante sl segundo cuarto para contener a la torre lituana Motiejunas.

Aun con todo, el cuadro alavés no debería requerir de sustos para espabilar. El empate a 40 del fino lanzador Andjusic abrió las fauces de la bestia azul y grana. Se cabrearon los cónsules Granger y Fontecchio, Kurucs volvió a incordiar como los tipos subidos a la chepa y, de pronto, un púgil de los grandes pesos noqueaba al grupo de James, autor de un partido muy deficiente. Al 'ex' no le bastó aplicarse el maquillaje falso que contiene un estuche entero.

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