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Baskonia - Olimpia Milano | Euroliga Jornada 2

Frío en la carretera secundaria

El Baskonia estrella sus severos problemas ofensivos contra la lujosa carrocería de un club aspirante a todo

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Viernes, 8 de octubre 2021, 20:18

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El Baskonia no encuentra la manera humana de sacar su vehículo de las carreteras secundarias. Después de tres partidos sufriendo la incomodidad de los baches que horadan un asfalto muy mejorable necesitaba que su GPS particular recalculase la ruta que le condujera, por fin, a una incorporación de la autovía. Pero el anhelo aún habita en el limbo porque los coches que le llegan de frente (Joventut, Olympiacos, Manresa y Milán) deslumbran con sus faros la falta de luces azulgrana. Resulta triste escribirlo, pero eludir los problemas no contribuye en modo alguno a resolverlos.

El conjunto que adiestra Ettore Messina quedaba lejos de infundir tranquilidad en las horas previas al duelo. Como un bálsamo inadecuado para sanar las heridas alavesas con tres trayectorias a las que sumar ya una cuarta sin recursos de alzada. Cuenta el Armani con un plantillón reforzado para aspirar este temporada a todo, una vez que la anterior selló el pasaporte a la 'Final Four'. Y, desde luego, el equipo lombardo desnudó las carencias vitorianas, imposibles de disimular y menos frente a un cuadro de quinteto estelar y soberbio fondo de armario donde colgar en perchas sus trajes. Una claudicación, la local, que apenas admite atenuantes.

Claro que en las actuales circunstancias baskonistas, revertir la situación recuerda a uno de esos ejercicios de superación descomunales que, hoy en día, le quedan a desmano. Al bloque de Dusko Ivanovic, muy poroso a estas alturas del calendario, no se le discute el empeño por transformar su agua insípida en tinto de crianza buena. Pero sólo la voluntad se ve insuciente en el deseo de aplicar el volantazo necesario con el que introducir el coche azulgrana en las autopistas de peaje.

Pues eso. Tanto declamar el verbo 'defender' y ligarlo con el enamoramiento de sus hombres puede solventar, en parte, los problemas estructurales que aquejan al equipo alavés. Pero no por subrayar la contención en letra negrita y pronunciarla con acento recio terminarán de pronto las pobres sensaciones que depara. Porque al otro lado de la muga, léase el circulo central, existe otra parte de la pista, la que los discípulos del mariscal observan atónitos como un jeroglífico de difícil resolución.

Baskonia

Baldwin (14), Giedraitis (14), Fontecchio (16), Sedekerskis (4) y Nnoko (4) -cinco inicial-, Marinkovic (-), Enoch (10), Granger (2), Costello (-) y Kurucs (-).

64

-

78

Armani Milano

Delaney (13), Hall (12), Shields (12), Melli (10) y Tarczewski (-) -cinco inicial-, Grant (2), Ricci (5), Datome (-), Rodríguez (8), Mitoglu (8) y Hines (8).

El trabajo apenas alcanza para reparar tantas averías de media cancha hacia adelante. Faltan orden, armonía colectiva y verticalidad. Sobran botes y decisiones individuales que siguen los preceptos de Juan Palomo. Un uno contra otro de Baldwin por aquí, ese rebote ofensivo de Fontecchio allá, el sentido común que depara Granger a cuentagotas -lástima que se chocara con la magia de Chacho-, la presencia de Giedritis y las esperas prolongadas de soldados desaparecidos. El 26-36 del minuto 18 era sólo un anticipo de la cuenta por pagar.

La bocina en la central de alarmas sonó en torno a las diez menos cuarto de la noche con el 33-47 que olía a fatalismo irreversible. A los ataque deshilvanados que concluían con un festival de mirillas lejanas desviadas se unió la ya preocupante, por reiterativa, debilidad en el rebote defensivo y algunos balances distraísos a la hora de proteger el aro propio. Y, claro, un equipo presuntamente hecho para herir a los adversarios mediante la artillería lejana muestra al aire sus carnes si el porcentaje de triples sonroja las caras. Porque mientras no de demuestre lo contrario, la batería interior del Baskonia anda cortita de puntos en las manos.

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Así que el Milán respondía con calidades individuales y mayor enjundia grupal a las riñonadas locales que pretendían, al menos, suavizar la colada. Ah, y va a resultar cierto el axioma del famoso refrán que admite la inexistencia de cuñas peores que las de la madera propia. Lo digo por el retorno de Shields al Fernando Buesa Arena, ese tipo discreto y completo que utiliza la sordina para zaherir sin mutaciones en el rostro.

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