Baskonia 84 - 83 Partizan
Y la épica regresa al Buesa con el mariscalEl Baskonia rearma su fe con un notable baloncesto hasta el descanso y el carácter de la casa para anular la fuga del Partizan
Casualidades que procura la vida. Hace dos años Dusko cedía el puesto por la fuerza a Neven Spahija y el Baskonia, con el croata recién ... sentado en el banquillo, atropellaba a un Estrella Roja blando. Ni dos semanas han transcurrido desde que el mismo club serbio despidió a Ivanovic, justo antes de afrontar el calenturiento derbi de Belgrado. Pues bien. El entrenador del rostro enjuto, un taladro por mirada y la coleta retadora se cobró ayer la revancha en diferido. Ganó ya con el Baskonia ese duelo de alto riesgo al Partizan que el calendario le debía a mediados de octubre.
Baskonia
(23+24+15+21): Miller-McIntyre (7), Howard (14), Raieste (5), Sedekerskis (14) y Costello (3) -cinco inicial-, Chiozza (-), Kotsar (11), Marinkovic (12) y Moneke (16).
84
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83
Partizan
(23+19+24+17): Jaramaz (11), Andusic (9), Nunnally (16), Leday (11) y Kaminsky (8) -cinco inicial-, Vukcevic (13), Avramovic (1), Smailagic (7), Trifunovic (7) y Dozier Jr (-).
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Árbitros: Robert Lottermoser (Alemania), Milan Nedovic (Eslovenia), Jurgis Laurinavicius (Lituania). Eliminaron por faltas personales al visitante Leday (min. 40).
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Incidencias: Partido correspondiente a la sexta jornada de la Euroliga disputado en el Fernando Buesa de Vitoria ante 9.210 espectadores. Antes del encuentro se rindió homenaje a Luis Scola y se colgó su camiseta en lo alto del coliseo azulgrana.
Cualquier feligrés de la parroquia azulgrana hubiese firmado que el debut del técnico montenegrino en su cuarta etapa se resolviera del modo en que lo hizo. Con el mariscal vuelve la épica al Fernando Buesa Arena. No cabe otro modo de definir la suma del esplendor, el sufrimiento, la resiliencia y la fe con los que amarrar por la finura de una pestaña un triunfo de alto valor añadido. Logrado, además, mediante ese don que tiene el baloncesto para resolver cuarenta minutos densos en la duración de un estornudo.
Nunnally, un talento de rango mayor, colocó el inquietante 82-83 a falta de trece segundos con su canasta en contraataque aderezada por el tiro libre adicional. Lástima que los rotundos brotes verdes vistos en el enésimo retorno de Dusko a cargo de soldados que pusieron las dos mejillas a favor de la causa fueran a concluir de una manera cruel. Pero la última jugada rizó el bucle circense del más difícil todavía.
La pelota vuela de unas manos locales a otras entre quienes prefieren pasar del cáliz ardiente. Y Marinkovic, consumado triplista, le manda la moneda de la cara o la cruz a McIntyre. El base, firmante de un excelente partido salvo por sus reiterados lunares en el lanzamiento, era el hombre menos indicado para rubricar la sentencia. Falló, sí, pero el coloso Sedekerskis ensució lo suficiente en las cercanías del tablero rival y el pelo abstracto de Moneke brincó desde el suelo para tomar el rebote de la verdad. Falta, dos tiros desde el punto de penalti a 1.1 segundos, comida de oreja a la plancha a cargo de Nunnally para desestabilizar su ánimo y Chima que anota los dos. 84-83, éxtasis y la coral de Betoño cantando alabanzas a Dusko.
Signos identitarios
Se buscaban signos identitarios en el manual de Ivanovic para detener la caída de cinco derrotas encadenadas, rearmar la moral de la tropa e impedir el descuelgue prematuro del equipo vitoriano en la Euroliga. Aparte de la defensa, el compromiso y el papel mojado de las excusas, claro está. Y sí pudieron contemplarse andanadas a mordiscos de lo que pretende el mariscal, autor de un libreto que apenas varía en dos décadas largas ya.
Van algunos ejemplos capitulares. La voluntad de nutrir a los pívots con balones interiores en el inicio del encuentro, el ritmo vivo a la menor oportunidad y como mandamiento irrenunciable -casi todos los conjuntos apuestan por sorprender a la carrera y reducir el ajedrez en media pista- y la agresividad atrás. A cargo, sobre todo, de los hombres grandes saltando muy lejos de sus áreas de confort para nublar la vista de los bases adversarios. La presión futbolística adelantada para contener desde la primera línea.
Con todas estas virtudes tejió el Baskonia un primer tiempo de baloncesto más que notable. Sobresalió, desde luego, un McIntyre intenso y generoso que pinta lleva de convencer seriamente al entrenador montenegrino. Y más aún Sedekerskis, formidable en las contenciones ante cualquier par y capitán con los galones precisos en la hombrera de su uniforme. El sargento de hierro cuenta con el soldado universal, fiel a Joan Peñarroya mientras estuvo y adherido a la causa azulgrana siempre.
Sufrimiento y reacción
Ya advirtió Dusko la víspera de su cuarta actualización que al Partizan le sobraba talento adelante. Antes lo había demostrado con Vukcevic y el aprovechamiento de los cambios defensivos que dejaban en inferioridad a Chiozza y Howard, pero a la vuelta de los vestuarios impuso el aplomo y la calidad de Jaramaz y el excelente Nunnally. Tanto como para establecer un severo parcial de 7-24 en siete minutos para pasar del 51-42 al 58-66 frente a un cuadro alavés confuso adelante y sufridor de unos ataques ralentizados.
Hasta que el irregular Howard anotó sus dos primeros triples ya en el minuto 35 para meter el duelo en la parte estrecha de un embudo apasionante. 80-77 tras robo de McIntyre, hielo de Jaramaz, la presunta puntilla de Nunnally y ese desenlace que encierra toda la fuerza de la épica en la coleta retadora del mariscal.
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