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Baskonia - Real Madrid | Liga Endesa Jornada 8

El Buesa Arena repone cine de terror

Ni siquiera el empeño de los canteranos bálticos evita otra enumeración los males que definen la grave enfermedad actual del Baskonia

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Domingo, 31 de octubre 2021

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No era el Real Madrid el mejor cliente para enderezar la trayectoria de un volante azulgrana torcido que no tiene quien lo maneje. El adversario que casi comparte la pista de Foronda en la madrugada del sábado con el Baskonia tras la gira de ambos por pabellones rusos sí despliega su tren de aterrizaje. El que le procura un fondo de armario casi infinito por el que desfilan jugadores sin término aparente. Y todos ellos bajo la ley marcial de Tavares, que impone su dictadura en ambas zonas a su despótica e inabarcable manera.

El cuadro vitoriano necesitaba revertir los variados síntomas de su enfermedad evidente contra uno de esos rivales poco proclives a facilitar la tarea. Una labor magna por lo visto tras las dos derrotas domésticas anteriores (Tenerife y Murcia) y las tundas inclementes que se trajo en el equipaje desde Kazán y San Petersburgo. Ahora, tras el cómodo paso de la Casa Blanca por el mausoleo entre Betoño y Zurbano, los números engañan lo mismo que el paso del algodón por los azulejos. Quince compromisos oficiales con un 60% de signos adversos en el marcador, algunos saldados de muy malas formas.

Bitci Baskonia

Granger (5), Baldwin (10), Fontecchio (7), Sedekerskis (11) y Nnoko (7) -cinco inicial-, Costello (2), Marinkovic (-), Giedraitis (6), Enoch (7) y Kurucs (10).

65

-

83

Real Madrid

Abalde (-), Taylor (2), Hanga (12), Yabusele (14), Tavares (12) -cinco inicial-, Causeur (-), Heurtel (6), Llull (6), Núnez (2), Poirier (12), Rudy Fernández (9) y Vukcevic (8).

  • Árbitros Antonio Conde, Alberto Sánchez Sixto y Javier Torres. Señalaron falta técnica a los visitantes Taylor (min.26) y Heurtel (min.29) y a los locales Ivanovic y Granger (min.28).

  • Entrada 10.038 espectadores en el Buesa Arena. Se guardó un minuto de silencio en memoria del árbitro Juan López Vicente

El Buesa Arena repuso ayer cine de terror con una sucesión de secuencias que encierran, cada una y en sí misma, los achaques que tienen al grupo alavés postrado en la cama hospitalaria. Significativo que un canterano rebozado de compromiso, Sedekerskis, se sintiese impelido a tirar del carro azulgrana como si no le acompañaran en el vestuario apellidos de hipotética enjundia mayor. Y ovación de puerta grande para él. De hecho, sin su empeño y el de su compañero Kurucs, el grupo azulgrana tampoco hubiera salvado el célebre lema del carácter que factura el club con la pericia de su departamento de ventas.

Hay problemas de calibre relativo y otros sangrantes que ya forman parte de una hemorragia estructural. Lástima que se necesite una cuartilla de tamaño considerable para anotarlos todos. El orden de los factores no altera el producto, como el cambio de hora tampoco varió el aspecto preocupante del paciente. Para empezar por algún sitio merece la pena una mención especial a la desconfianza que tiene la moral carcomida del botón y nada resolutivo Baldwin, el encongimiento de brazo ante la canasta contraria de Costello o la nulidad anotadora de Marinkovic. Lo del escolta serbio ya suena a causa perdida.

El ataque en media pista recuerda esos partos que requieren fórceps para extraer el fruto del vientre. Demasiado baloncesto terrestre y muy poco aéreo que se traduce en una cantidad ínfima de asistencias por falta de un juego coral. Podríamos seguir por los parciales devastadores (0-14 y 0-10 antes del descanso otra vez) que sufren hombres en la cancha con la movilidad y el dinamismo reducidos. Y ya, de apretar las tuercas sobre los temas capitulares que tienen el equipo postrado y por construir, podríamos detenernos largo y tendido sobre la manifiesta incacidad de cerrar el rebote defensivo. Un río de plaquetas, glóbulos rojos y ayer los blancos del Madrid cuesta abajo en su rodada. Ayer se vio un abismo entre las aportaciones conjuntas de Tavares y Poirier (poderoso caballero es Don Dinero) con las ofrecidas por el dúo Knoko-Enoch.

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