Orgullo, coraje y baloncesto del bueno

A este paso no va a quedar otro remedio, bendita conclusión, que calificar como partidazo cada compromiso en el templo de Betoño. Y el de ayer es el último eslabón de una cadena emotiva. Un duelo de altísimo nivel con sus grandezas y también errores humanos, desde luego, que nutre de más argumentos la ilusión con que la parroquia azulgrana aguarda cada comparecencia de los suyos. Pese al 75-78 del minuto 37, cuando la tostada podía caer al suelo por la parte de la mantequilla o lo contrario, el equipo en letras de molde y tinta de subrayado- resumió en un desenlace estupendo todo su orgullo, coraje y algo más. En el caso de un triunfo blanco cabría remarcar que los discípulos del guía catalán hubiesen abandonado el parqué altas las frentes, como reza el himno centenario del Glorioso.

Sí. Porque este bloque vitoriano, aparte de echarle a la pugna los condimentos de la entrega absoluta, juega realmente bien al baloncesto. Quizá suena a proclama de escasa enjundia, pero hay mucho contenido dentro de ella. Un grupo que practica el viejo axioma sobre que no existe camimo más corto que la línea recta. Escaladas verticales hacia el aro adversario en estado puro, bien sea desde la lejanía o entrando a cuchillo. Y un ánimo indesmayable para levantarse de la lona cada vez que el rival, la potentísima escuadra merengue en esta oportunidad, le estrella un guantazo directo al mentón. Como los del letal Yabusele en el último cuarto o los daños aparentemente irreparable previos de Musa, Deck y Tavares.

Qué mérito

Qué mérito tiene acudir al frente con lo puesto, o sea, la menguada tropa que le quedaba a Peñarroya alineada en el patio. El Baskonia ya se acostumbrado a vivir sin Enoch, con todo el peaje que eso cuesta en concesiones de segundas oportunidades al oponente. Pero, además, a falta del máximo agitador de revueltas callejeras (Howard). Y todo ello para enfrentarse al acorazado de la Casa Blanca que, pese a sus bajas, almacena de todo en su despensa y le paga un notabilísimo suelo al mayor condicionador de tiros, citas y estados de ánimo. Tavares o el faro más alto del torneo.

Como en el circo, aún reclamaba hueco el más difícil todavía. Eseo 0-8 para empezar que presagiaba tormenta además del vendaval atmosférico de la jornada dominical. Entre la superioridad visitante con sus 'cincos' y las penetraciones de los exteriores por la carncia de un guarda local de segridad bajo el aro propio, la tarde vestía el terno negro de la noche anticipada.

Pero no. De nuevo espleado por Sedekerskis, mediante la valentía de Kurucs y la producción de Kotsar, el cuadro alavés revertía el chaparrón. Incluso con su mejor arma de destrucción masiva, el triple, mojada. De nuevo otro parcial efervescente (32-15 en trece minutos) para mostrar la popa al Real Madrid (32-23). Con los primeras sonrisas de una oreja hasta la otra por la irrupción de Hommes, el fichaje con Díez menos adaptado hasta la fecha, pidiendo plato en la mesa de los jugadores determinantes. Hasta el descanso por la vía de ingresar en la casa ajena hasta la cocina y sin llamar. Después del descanso a través de la mirilla telescópica propia de los 'cuatros' abiertos. Para entonces, el conjunto de Chus Mateo se eempeñaba en un concurso de lanzamientos exteriores pese a su hegemonía bajo los tableros.

La reanudación elevó los ánimos a la temperatura de la ebullición con un tercer acto de contrastes en el que el equipo visitante recetaba la típica medicina local de atravesar la pista en un suspiro. Y un desenlace tremendo con un duelo anotador del salvaje Oeste entre los desencadenados Yabusele y Hommes. La adrenalina salida de madre y el deseo de que la justicia de los ojos ocultos inclinase su balanza hacia la justicia del triunfo azulgrana. Porque este bloque que compite de manera fiera cada partido ya luce argumentos sobrados para abatir, incluso, piezas de caza mayor. Cum laude.

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