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Las asociaciones que velan por la dignidad del periodismo deberían de declarar persona ingrata a Howard. Claro que me refiero al escolta menudo de estatura y enorme en trascendencia que todos los equipos quieren y sólo el Baskonia tiene. El hombre que desarma cualquier planteamiento adversario, incluidas las minas que quiso colocar Álex Mumbrú bajo el parqué del Fernando Buesa Arena. ¿Y por qué ir contra él en defensa de los plumillas? Pues porque Markus abona cada noche esa injustísima y odiosa teoría sobre el fotocopiado de las crónicas. O que una sirve para el recurso del 'corta y pega' hasta completar el álbum entero de la temporada.
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Este hombre que no destacaría en la fila del supermercado por sus 1,78 metros permitió con sus quince puntos hasta el descanso que el Baskonia mantuviera el arduo pulso contra un Valencia de bajas en el perímetro y urgencia de meterse en la Copa, una obligación para el club taronja. Pero no sólo eso. En un duelo de muchas más aristas y vericuetos que la mera, aunque celestial actuación del hombre de moda, el chico volvió a la pista con 60-63 en contra y siete minutos y medio hasta la conclusión. En un intercambio de golpes entre dos púgiles cualificados, él siguió metiendo manos importantes. Pero el colmo llegó a través del triple más inverosímil de los formidables que viene colando desde su llegada a la capital alavesa.
Baskonia
Thompson (10), Howard (28), Díez (8), Sedekerskis (3) y Kotsar (9) -cinco inicial-, Henry (8), Enoch (-), Hommes (10), Giedraitis (2), Costello (7) y Kurucs (-).
85
-
79
Valencia
Jones (6), Puerto (6), López-Arostegui (12), Pradilla (4) y Dubljevic (11) -cinco titular-, Ferrando (3), Radebaugh (-), Rivero (17), Prepelic (5), Webb III (14), Alexander (1).
PARCIALES. 15-15, 25-23, 18-23 y 27-18.
ÁRBITROS. Emilio Pérez Pizarro, Arnau Padrós y Alfonso Olivares. No hubo eliminados.
INCIDENCIAS. Partido correspondiente a la decimoquinta jornada de la Liga Endesa. 10.790 espectadores presenciaron el partido en el Buesa Arena.
80-79 y quince segundos hasta la bocina del rompan filas. Saca el Baskonia en ataque, la telaraña visitante ahoga a Costello en un 'dos contra uno' y la posibilidad de que la triunfal racha doméstica (siete muescas ya consecutivas con ésta) acabara como lo hizo la europea el jueves en Berlín. Y en eso que la pelota termina en las manos de Howard, quien con medio cuerpo fuera del córner bombea el tiro sobrenatural que supera las leyes de la física y asegura la victoria. Locura de frenopático en el banquillo y las gradas y el apóstol llegado a Betoño elevando sus plegarias al cielo. Que me perdonen los creyentes, ¿pero no es Markus la encarnación de Dios sobre la cancha?
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Desde luego, amarrar el triunfo requirió de mucho esfuerzo y la superación de unos cuantos obstáculos sobrevenidos. El Valencia se presentó con las ideas más claras que el Baskonia. Atacar el desnivel de estatuta con López-Aróstegui sobre Howard, balones para Pradilla en el poste bajo y el empeño en sacar a Kotsar de la cueva por la amenaza triplista de un Dubljevic físicamente a menos. Y consintiendo pocas carreras a un conjunto, el azulgrana, que disfruta sin el freno de mano. De ahí un compromiso de pico y pala con el cuadro visitante tratando de imponer su superioridad interior. Sobre todo por la mala velada, y ya van varias, de Enoch, hasta el punto de recurrir en el minuto 17 a un Costello de presunto descanso dominical.
Un partido de más emociones que solturas, de equilibrio y escasas frivolidades. Difícil de masticar entre un Baskonia imperial esta campaña y un Valencia de plantilla relevante, pese a las lesiones, que marcha por debajo de las previsiones. Aún así, hubo huecos para la elegancia felina de Thompson, el valor al alza de Díez y las buenas ayudas defensivas locales para impedir los puntos baratos taronjas dentro de la zona. Sólo que la estrategia de Mumbrú al alinear a un triple poste permitió los triples esquinados de Webb y un ritmo anotador más favorable, en teoría, a las riendas valencianas que a las alegrías que acostumbra a procurarse el cuadro de Joan Peñarroya.
Así que el desenlace de la obra quedaba para el último acto, otros diez minutos de vaivenes estrechos, marcajes mutuos e intentos vitorianos de avivar el ritmo desde la disciplina defensiva para eludir en lo posible el complicado juego posicional en ataque. El habitualmente 'goleador' Prepelic se dedicaba a repartir y Rivero remataba con demasiado peligro. Hasta el retorno del personaje bíblico que convierte los milagros en actos rutinarios, del autor del tiro divino para que toda la parroquia azulgrana entonase una vez más este curso los salmos de la gloria.
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