Un calendario de riesgo
La acumulación de partidos satura a los jugadores, provoca lesiones y despista al aficionado. Al final termina por perjudicar a los grandes protagonistas del juego
Que los extremos se atraen es algo que tenemos que considerar como importante. El blanco da sentido al negro, la a con la z, arriba ... y abajo, igual que la actividad y el descanso. Se necesitan el uno y el otro porque, de otra manera, no se entendería el valor de cada uno. Por eso tienen sentido las vacaciones y el descanso: porque miramos la actividad y el día a día de otra manera.
El baloncesto nunca para, no pensemos lo contrario. Pueden haber finalizado las competiciones de clubes pero la actividad sigue: los equipos diseñan y preparan sus plantillas para la nueva temporada; los entrenadores se forman para afianzar sus ideas, contrastar otras y debatir con sus compañeros; los jugadores están en esa fase llamada 'descanso activo' que les exige destinar este tiempo sobre todo para mejorar. Todo el baloncesto sigue activo, vacaciones por medio, porque todo evoluciona y hay que prepararse para lo que está por venir.
Parar es fundamental para poder rendir después. Descansar, pero no de cualquier manera, se antoja necesario. El cuerpo en estas semanas ha tomado otro ritmo donde han sido protagonistas la alimentación, el trabajo físico específico para fortalecer, recuperar y prevenir futuros achaques y el trabajo técnico. Ahora que comienzan las pretemporadas -término quizá a replantearse en el futuro- se prepara el cuerpo para el rendimiento táctico y físico futuro, tanto individual como colectivo. Es el momento de los equipos.
Pero cuando la competición se precipita antes de tiempo, cuando los calendarios comprimen las fechas repletas de obligaciones de partidos por aquí, partidos por allá, torneos de preparación y 'ventanas' oficiales, semioficiales y 'qué-más-da', quienes lo sufren son los jugadores porque sus cuerpos aún no están afinados para el rendimiento. Y si los jugadores no están como 'se les obliga' a estar, la principal perjudicada es siempre la competición, el baloncesto en sí. Y esto sí es un problema.
Habrá podido leer la lista de jugadores lesionados en estos momentos de la temporada: Llull, Satoransky, Shengelia, Micic, Gallinari, … Todos contusionados en la preparación con sus selecciones para las competiciones FIBA. Y no ha acabado agosto y es aún lejano el comienxo de las competiciones nacionales e internacionales de los clubes.
El debate para mí no es quién paga a quién, sino qué modelo de baloncesto queremos para el futuro. Un modelo donde aficionados, jugadores, clubes y selecciones puedan beneficiarse de manera justa de las diferentes competiciones. Los jugadores quieren progresar y lógicamente ser más reconocidos, los clubes quieren ser más competitivos en resultados y en proyectos sólidos, las selecciones quieren también ser representantes del nivel de su baloncesto y los aficionados queremos sentir que el baloncesto sea cada vez un deporte más interesante y bonito para disfrutar. Pero este no es el camino. Así no.
Con semejante calendario, lo único que se consigue es que este deporte no evolucione como merece y, sobre todo, que sus protagonistas y el juego salgan perjudicado. Quienes son profesionales de este deporte deberán reflexionar cuanto antes, con seriedad y visión de futuro, qué modelo de baloncesto queremos. Por su bien, por nuestro bien.
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