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Hay domingos que son de sofá y mantita. De siesta larga. De gozar del no hacer nada. Hasta que recuerdas que la lavadora estaba puesta y que la ropa no va a colgarse sola. Algo así le pasó ayer al Baskonia. El Manresa no es que propusiera mucho sobre el parqué del Buesa -falló seis de los siete triples que lanzó el primer cuarto-, pero de postponerlo -más con ocho pérdidas en el parcial- el partido empezaría a oler como la ropa húmeda cuando espera demasiado en el tambor.
La verdad es que Peñarroya tampoco tenía piezas con las que frenar la superioridad local.
Fue un domingo de siesta, manta y colada. Parafraseando el viejuno anuncio de detergente, hay días que con un poco de basket basta.
El base de los catalanes, anulado Toolson e inoperante un Tomás al que le tocó bailar con Shields, fue el único que demostró calidad a la altura de lo que demanda el Baskonia. El de Copenhage se fue a los 20 puntos, 5 rebotes y 5 asistencias para 28 de valoración.
La segunda parte fue un pasatiempo ante la evidencia de que el duelo estaba decidido después de un segundo cuarto de 30 puntos de los de Perasovic.
Fue posiblemente el único chispazo del argentino, que acumuló otros 24 minutos de juego cuando se le supone tocado físicamente. Cansado de la confusión que generaban García y Lundberg al tiempo en cancha -el español defendía como base pero atacaba como escolta, fabricando espacio para el danés- activó el modo robo el de Mar del plata, se anticipó al pase y salió como un rayo hacia el aro contrario. Se complicó cuando el balón parecía que saldría por el ancho.
Una perla para adornar un partido tedioso.
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