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Jueves, 2 de junio 2022
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Es el Baskonia una ola creciente de febrero hasta ahora que ve en la ACB el modo, arduo pero auténtico y posible, de enderezar mediante la fe del convicto una temporada muy deficiente hasta el paréntesis forzoso tras su pira de mal estudiante a la Copa. Pero mucho ojo a este grupo imbuido por el carácter indómito que distingue al club. El que había extraviado el gen competitivo en travesías por el desierto sin un botijo que llevarse a la boca. El mismo que se siente progresivamente fortalecido desde las vertientes física, anímica y mental. Hasta el punto de negarse a clavar las famosas puertas en medio del campo una vez superado el escollo del Valencia. Avaricia, hambre, inconformismo. Añadan sinónimos a su conveniencia.
En un primer tiempo de arreones mutuos y presunto mando local, los hombres de Neven Spahija no aceptaron ausentarse de la riña antes del descanso. A cada amago de fuga madridista respondía el bloque azulgrana con un curso de confeccción para coserse al encuentro. Al principio a base de propulsar en carrera a su aleros en el empeño de rebatir los puntos interiores de Tavares. Después, apretando los dientes hasta el dolor con el fin de salvar sin demasiadas heridas el divino estado de gracia en el que entró la vieja guardia merengue con Llull y Rudy desatados desde la lejanía.
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Luego, mediante la ley de la compensación por la que los rebotes locales bajo el aro visitante recibían la réplica de Costello. O a través de los triples de Marinkovic que volvían a colocar en su sitio el fiel de una balanza que amenazaba con voltear el desparpajo y talento del imberbe base madridista, un chico (Núñez) que cumplirá mañana los dieciocho añitos. Pero a este Baskonia de amianto no le se le despega ni con bidones de aceite hirviendo, incluso en noches de bastante menos Baldwin del habitual.
Y así lo demostró durante buena parte de un enfrentamiento que empezó en jueves y casi concluye el viernes por la dictadura de la televisión. Lástima que el Real regresase de los vestuarios tras el intemedio a la hora convenida y el Baskonia tardase cuatro minutos en mostrarse de cuerpo y alma presentes. Un tiempo precioso para los discípulos de Pablo Laso y de hojalata en el bando contrario. Un parcial de 15-0 (59-42) por el alud de pérdidas azulgranas, la empanada colectiva y los puntos en transición de un vendaval blanco que capitaneaba Causeur, el fino exterior con pasado alavés como otros tres componentes de la plantilla merengue.
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A partir de entonces, los conmovedores esfuerzos por aferrarse el duelo con el empuje renal y la precisión triplista de Costello y Peters. Pero ya en una atmòsfera fatalista con un cuadro blanco muy crecido frente a otro azulgrana atropellado. El equipo local olió el tufo caliente de la sangre y soltó dentelladas a base de triples hasta convertir el equilibrio de la primera parte en un festival doloroso pese al maquillaje final (89-66, minuto 35).
Puede suceder frente al subcampeón de Europa, el conjunto de la extensa plantilla a pesar de sus problemas en el puesto de 'uno', el de las demarcaciones duplicadas, el que alinea al pívot -un Tavares ayer sin tanto protagonismo- que condiciona lanzamientos, partidos y estados de ánimo. Habrá que confiar, pese a todo, en que el Baskonia regrese mañana de los vestuarios tras los quince minutos de reposo. Cuando los relojes mandan.
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